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Los diarios del cáncer

| , , , , | | 01/01/2008 |

URL: http://www.rimaweb.com.ar/wp-content/uploads/2012/10/Los-diarios-del-cancer.pdf

Editorial: Editorial Hipólita. ISBN: 978-987-22164-3-6

Resumen / Sinópsis

«Intermitentemente, seguía pensando. Tengo cáncer. Soy una poeta feminista lesbiana negra, ¿cómo voy a hacer todo esto ahora? ¿Dónde están los modelos para lo que se supone que tengo que ser, en esta situación? Pero no había ninguno. Es así, Audre. Estás sola.»

Texto completo

Introducción

Cada mujer responde a la crisis que trae a su vida el cáncer de mama a partir de un
esquema general, que es el diseño de quién ella es y cómo ha sido vivida su vida. El tapiz de
su existencia diaria es el campo de entrenamiento para manejar las crisis. Algunas mujeres tapan los sentimientos dolorosos que rodean a la mastectomía con una manta de “hacer lo
habitual”, manteniendo así esos sentimientos cubiertos por siempre, pero expresados en otro
lado. Para algunas mujeres, en un valiente esfuerzo para no ser vistas como meras víctimas,
esto implica insistir en que no existen tales sentimientos, y que no ha pasado nada. Para
algunas mujeres implica el minucioso estudio de la guerrera, de otra arma más: un arma no
deseada pero útil.
Soy una mujer post-mastectomía que cree que nuestros sentimientos necesitan voz para ser reconocidos, respetados, y útiles.
No quiero que mi ira y dolor y miedo sobre el cáncer se fosilicen en otro silencio más, ni me roben la fortaleza que puede haber en el centro de esta experiencia, abiertamente reconocida y examinada. Para otras mujeres de cualquier edad, color e identidad sexual que reconocen que el silencio impuesto sobre cualquier área de nuestras vidas es una herramienta para la separación y la falta de poder, y para mí misma, he tratado de expresar algunos de mis sentimientos y pensamientos sobre el engaño de las prótesis, el dolor de la amputación, la función del cáncer en una economía de lucro, mi confrontación con la mortalidad, la fuerza
del amor de las mujeres, y el poder y las recompensas de una vida consciente.
El cáncer de mama y la mastectomía no son experiencias únicas, sino compartidas por
miles de mujeres estadounidenses. Cada una de estas mujeres tiene una voz particular que
alzar en lo que debe convertirse en un grito femenino contra todos los cánceres evitables, y
contra los miedos secretos que permiten que esos cánceres prosperen. Que estas palabras
sirvan como incentivo para otras mujeres, para hablar y actuar nuestras experiencias con el
cáncer y con otras amenazas de muerte, porque el silencio nunca nos ha traído nada valioso.
Más que nada, que estas palabras remarquen las posibilidades de autocuración y la riqueza de la vida, para todas las mujeres.
Lo común es el aislamiento y la reevaluación dolorosa, compartidos por todas las
mujeres con cáncer de mama, sea esta generalidad reconocida o no. No es mi intención
juzgar a aquella mujer que ha elegido el camino de la prótesis, el silencio y la invisibilidad, la
mujer que desea ser “la misma de antes”. Ha sobrevivido gracias a otro tipo de coraje, y no
está sola. Cada una de nosotras lucha diariamente contra las presiones de la conformidad y la soledad de la diferencia, de las que esas elecciones parecen ofrecer una vía de escape. Sólo sé
que esas elecciones no funcionan para mí, ni para otras mujeres que, no sin miedo, han
sobrevivido al cáncer mediante el escrutinio de su significado dentro de nuestras vidas,
intentando integrar esta crisis en fortalezas útiles para el cambio.

Esta selección de anotaciones de diario, que comienzan seis meses después de mi mastectomía radical modificada debida a cáncer de mama y se extienden más allá de la
finalización de los ensayos que componen este libro, ejemplifica el proceso de integración de
esta crisis con mi vida.

26 enero 1979
No me siento muy esperanzada estos días, ni sobre mi ser ni sobre nada. Manejo los
movimientos externos de cada día mientras el dolor me llena como un absceso, y cada toque
amenaza con romper la tensa membrana que evita que el pus fluya y envenene toda mi
existencia. A veces la desesperación barre mi consciencia como vientos lunares sobre una
superficie estéril. Caballos con herraduras de hierro hacen estragos, subiendo y bajando por
cada nervio. Oh Seboulisa ma, ayudame a recordar eso que aprendí con tanto costo. Podría
morir de diferencia, o vivir – una miríada de yos.

5 febrero 1979
Lo terrible es que nada me resbala estos días, nada. Cualquier horror permanece atornillado
como con acero en mi carne, otro imán a la llama. Buster se ha unido a las filas de las
inútiles y devastadoras muertes de jóvenes negros; en la galería hoy por todos lados feas
imágenes de mujeres que ofrecen cuerpos distorsionados para cualquier fantasía en el
nombre de arte masculino. Gárgolas de placer. Hermoso riente Buster, acribillado en la
entrada de un edificio por noventa centavos. ¿Desaprenderé esa lengua en la que está escrita
mi maldición?

1 marzo 1979
Es tal el esfuerzo para encontrar comida decente en este lugar, no entregarme a comer el
viejo veneno. Pero debo cuidar mi cuerpo con por lo menos el mismo cuidado con el que
atiendo el compost, particularmente ahora cuando parece ser superfluo. Este dolor, esta
desesperación que me circunda, ¿es un resultado del cáncer, o ha sólo sido liberado por el
cáncer? Me siento tan poco a la altura de lo que siempre había manejado antes, las
abominaciones de afuera que hacen eco del dolor interno. Y sí soy totalmente
autorreferenciada ahora porque es la única traducción en la que puedo confiar, y estoy
segura de que recién cuando cada mujer rastree uno por uno los hilos sangrientos y
autorreferenciales de su tapiz, comenzaremos a alterar el diseño entero.

16 abril 1979
La enormidad de nuestra tarea, dar vuelta el mundo. Siento como si estuviera dando vuelta
mi vida, de adentro para afuera. Si puedo mirar directamente mi vida y mi muerte sin
acobardarme, sé que nunca más me podrán hacer nada. Debo contentarme con ver cuán
poco puedo hacer en realidad, y hacerlo con el corazón abierto. No puedo aceptar esto,
nunca, como no puedo aceptar que dar vuelta mi vida sea tan difícil, comer distinto, dormir
distinto, moverme distinto, ser distinta. Como dijo Martha, quiero a mi viejo yo, tan malo
como antes.

22 abril 1979
Tengo que dejar que este dolor fluya a través de mí y pase. Si resisto o trato de pararlo de
alguna manera, va a detonar dentro de mí, me va a destrozar, mis pedazos van a salpicar
todas las paredes y a todas las personas que toque.

1 mayo 1979
Viene la primavera, y todavía siento desesperación, como una pálida nube esperando para
consumirme, abarcarme como otro cáncer, tragar me hasta inmovilizarme, metabolizarme en
sus propias células; mi cuerpo, un barómetro.
Necesito recordarme a mí misma la alegría, la levedad, la risa tan vital para mi vida y mi salud. De otro modo, lo otro siempre va a estar esperándome para comerme, de vuelta a la desesperación. Y eso implica destrucción. No sé cómo, pero es así.

septiembre 1979
No hay un lugar a mi alrededor en el cual estar quieta, para examinar y explorar cuál dolor
es sólo mío – ningún instrumento para separar mi lucha interna de mi furia contra la maldad
del mundo exterior, la estúpida y brutal falta de consciencia o preocupación que simula ser el
modo en que son las cosas. La arrogante ceguera de las cómodas mujeres blancas. ¿Para
qué sirve todo este trabajo? ¿Qué importa si alguna vez puedo volver a hablar o no? Trato.
La sangre de mujeres negras fluye de costa a costa y Daly dice que la raza no nos afecta a las
mujeres. Así que eso significa que o somos inmortales, o nacidas para morir sin que se tome
nota, no-mujeres.

3 octubre 1979
No me siento con ganas de ser fuerte, pero ¿tengo opción? Duele cuando incluso mis hermanas me miran en la calle con ojos fríos y silenciosos. Soy definida como otra en cualquier grupo del que formo parte. La de afuera, la extraña, a la vez fortaleza y debilidad.
Y sin embargo, sin comunidad ciertamente no hay liberación, no hay futuro, sólo el armisticio
más vulnerable y temporario entre yo y mi opresión.

19 noviembre 1979
Quiero escribir furia pero todo lo que aparece es tristeza. Hemos estado tristes tanto tiempo como para hacer que esta tierra llore, o sea fértil. Soy un anacronismo, un deporte, como la
abeja que no se suponía que volara. La ciencia lo dijo. Yo no debería existir. Llevo la muerte conmigo, en mi cuerpo, como una condenación. Pero vivo. La abeja vuela. Debe haber algún modo de integrar la muerte con la vida, ni ignorándola ni cediendo a ella.

1 enero 1980
Fe es el último día de Kwanza, y el nombre de la guerra contra la desesperación, la batalla que peleo diariamente. Soy cada vez mejor. Quiero escribir sobre esa batalla, las escaramuzas, las derrotas, las pequeñas y sin embargo tan importantes victorias que hacen la
dulzura de mi vida.

20 enero 1980
La novela está terminada, por fin. Ha sido una soga de salvación. No necesito ganar para
saber que mis sueños son válidos, sólo tengo que creer en un proceso del cual soy parte. Mi
trabajo me ha mantenido viva este último año, mi trabajo y el amor de mujeres. Son inseparables uno de otro. En el reconocimiento de la existencia del amor está la respuesta a la desesperación. El trabajo es ese reconocimiento con voz y nombre.

18 febrero 1980
Hoy cumplo 46 años viviendo y estoy muy feliz de estar viva, muy contenta y muy feliz. El
miedo y el dolor y la desesperación no desaparecen. Sólo van haciéndose cada vez menos
importantes. Aunque a veces todavía deseo una vida simple y ordenada con un hambre
aguda como esa súbita hambre vegetariana por la carne.

6 abril 1980
Algunos días, si la amargura fuera una piedra de afilar, yo podría ser filosa como el desconsuelo.

30 mayo 1980
La primavera pasada fue otro pedazo del otoño y el invierno anteriores, una progresión de todo el dolor y la tristeza de ese tiempo, rumiados. Pero de alguna manera este verano que ya esta casi encima de mí se siente como una parte de mi futuro. Como un tiempo totalmente nuevo, y me alegro de saberlo, me lleve donde me lleve. Me siento como otra mujer, salida de la crisálida, y me convierto en una yo más ancha, estirada; fuerte y excitada, un músculo flexionado y listo para la acción.

20 junio 1980
No me olvido del cáncer por mucho tiempo, nunca. Eso me mantiene armada y alerta, pero
también con un leve ruido de fondo de miedo. El libro de Carl Simonton, Getting Well Again, ha sido realmente útil, aunque a veces me enfurece que sea tan engreído. Las visualizaciones y las técnicas de relajación profunda que aprendí de él me hacen una persona menos ansiosa, lo que parece raro, porque en otros sentidos vivo con el miedo constante de la recurrencia de otro cáncer. Pero el miedo y la ansiedad no son lo mismo, para nada. Uno es la respuesta apropiada a una situación real que puedo aceptar y aprender a trabajar, de la misma forma en que trabajo la semi-ceguera. Pero la otra, la ansiedad, es una entrega inmovilizante a cosas que hacen ruido en la oscuridad, una entrega a lo sin nombre, a lo sin forma, a lo sin voz, y al silencio.

10 julio 1980
Soñé que había empezado a entrenarme para cambiar mi vida, con una maestra que se veía en sombras. No estaba yendo a clase, pero iba a aprender cómo cambiar mi vida completamente, vivir en forma diferente, hacer todo de manera nueva y diferente. No
entendía del todo, pero confiaba en esta oscura maestra. Otra chica que estaba ahí me dijo
que estaba haciendo un curso en “language crazure”, lo opuesto a discrazure (la rajadura y
el desgaste de la roca).

Pensé que sería muy interesante estudiar la formación y el quiebre y la composición de las palabras, así que le dije a mi maestra que quería hacer ese curso. Mi maestra dijo OK, pero que no me iba a ayudar para nada porque yo tenía que aprender otra cosa, y que no sacaría nada nuevo de esa clase. Le contesté que quizás no, pero aunque yo sabía todo sobre las rocas, por ejemplo, de todas maneras me gustaba estudiar su composición, y dar un nombre a los distintos ingredientes de los que están hechas. Es muy interesante pensar que yo soy todas las personas de este sueño.

He aprendido mucho en los dieciocho meses desde mi mastectomía. Mis visiones de
un futuro que puedo crear han sido pulidas por las lecciones sobre mis limitaciones. Ahora
quiero dar forma con honestidad y precisión al dolor fe trabajo y amor que este período de mi
vida ha traducido en fortaleza para mí.
A veces el miedo me acecha como otro tumor maligno, restando energía y poder y
atención a mi trabajo. Un resfrío resulta siniestro; una tos, cáncer de pulmón; un moretón,
leucemia. Esos miedos son más poderosos cuando no se les da voz, e inmediatamente aparece la furia por no poder evitarlos. Estoy aprendiendo a vivir más allá del miedo viviendo a través de él, y en el proceso aprendo a convertir la furia contra mis propias limitaciones en una energía más creativa. Me doy cuenta de que si espero hasta no sentir más miedo para actuar, escribir, hablar, ser, voy a estar enviando mensajes con una tabla Ouija, quejas crípticas desde el otro lado. Cuando me atrevo a ser poderosa, a usar mi fuerza al servicio de mi visión, entonces es menos importante si tengo o no miedo.
Como mujeres, hemos sido criadas para temer. Si no puedo desterrar el miedo completamente, puedo aprender a contar menos con él. Porque entonces el miedo se
convierte no en un tirano en la lucha contra el cual malgasto mi energía, sino un compañero,
no particularmente deseable, pero sí uno cuyo conocimiento puede ser útil.
Escribo tanto acá sobre el miedo porque mientras daba forma a esta introducción a Los diarios del cáncersentía al miedo pesándome sobre las manos como una barra de acero.
Cuando trataba de reexaminar los dieciocho meses que pasaron desde mi mastectomía, parte
de lo que tocaba era desesperación fundida y oleadas de luto: por mi pecho perdido, por el tiempo, por el lujo del falso poder. No sólo era difícil y doloroso revivir estas emociones, sino que estaban entretejidas con el terror de que, si me abría de nuevo al escrutinio, a sentir el dolor de la pérdida, a la desesperación, a las victorias demasiado pequeñas a mis ojos como
recordarme a mí misma que ya había vivido todo eso. Había conocido el dolor, y lo había
sobrevivido. Sólo me quedaba darle voz, compartirlo para usarlo, para que el dolor no fuera malgastado.
Al vivir una vida consciente, bajo la presión del tiempo, trabajo con la consciencia de la muerte sobre mi hombro, no constantemente, pero lo suficientemente a menudo como para que deje una marca sobre todas las decisiones y las acciones de mi vida. Y no importa si esta muerte llega la semana próxima o dentro de treinta años; esta consciencia da otra amplitud a mi vida. Ayuda a formar las palabras que digo, las formas en que amo, mi política de acción, la fuerza de mi visión y de mi propósito, la profundidad de mi valoración de la vida.
Mentiría si no hablara también de la pérdida. Cualquier amputación es una realidad física y psíquica que debe ser integrada en un nuevo sentido del yo. La ausencia de mi pecho es una tristeza recurrente, pero ciertamente no es algo que domine mi vida. Lo extraño, a veces muy agudamente. Cuando otras mujeres de un solo pecho se esconden detrás de la máscara de la prótesis o la peligrosa fantasía de la reconstrucción, encuentro poco apoyo en el medio femenino más amplio para mi rechazo de lo que siento como una farsa cosmética. Pero creo que las prótesis socialmente aprobadas son sólo otra forma de mantener a las mujeres con cáncer de mama en silencio, y separadas unas de otras. Por ejemplo, ¿qué ocurriría si un ejército de mujeres con un solo pecho descendiera sobre el Congreso y demandara la prohibición del uso de hormonas carcinogénicas que se almacenan en los tejidos grasos?
Las lecciones de los últimos dieciocho meses han sido muchas: ¿cómo consigo los mejores nutrientes físicos y psíquicos para re parar daños pasados y minimizar daños futuros a mi cuerpo? ¿Cómo le doy voz a mis búsquedas, como para que otras mujeres tomen lo que
necesiten de mis experiencias? ¿Cómo encajan mis experiencias con el cáncer en el tapiz más
amplio de mi trabajo como mujer negra, y en el de la historia de todas las mujeres? Y sobre
todo, ¿cómo lucho contra la desesperación nacida del miedo y la ira y la impotencia, que es
mi mayor enemigo interno?
Descubrí que luchar contra la desesperación no significa cerrar los ojos ante la enormidad de las tareas necesarias para efectuar un cambio, ni ignorar la fuerza y la crueldad de las fuerzas alineadas en nuestra contra. Si gnifica enseñar, sobrevivir y luchar con el recurso más importante que tengo: yo misma, y disfrutar esa lucha. Significa, para mí, reconocer al enemigo externo y al enemigo interno, y saber que mi trabajo es parte de un continuum de trabajo de mujeres, de recuperar esta tierra y nuestro poder, y saber que este trabajo no comenzó con mi nacimiento ni terminará con mi muerte. Y significa saber que dentro de este continuum, mi vida y mi amor y mi trabajo tienen un poder y un significado particulares para otras personas.
Significa pescar truchas en el Río Missisquoi al amanecer y saborear el verde silencio,
y saber que también esta belleza es mía para siempre.

29 agosto 1980